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árbore branca |
En Triacastela paré en una taberna y me acomodaron para la cena en un escaño en la cocina, cabe dos capones que estaban en ceba en sus jaulas, bien arropados con sopas de moscatel y apretadas pelotas de almasado. Hice pronto amistad con el patrón, y en llegando yo a decirle que medio tenía por oficio el hacer versos, contó mi huésped:
-Ahí donde usted se sienta, estuvo hace años sentado un francés que también tenía ese oficio. Iba de peregrino a Santiago. Depués de asar unas castañas en las brasas y beber unas copas de Portomarín, comenzó a decir sus versos, que eran como música.
-En qué lengua los decía?, le pregunté.
-Paréceme, dijo el patrón después de pensarlo un poco; paréceme que sería en francés, pero yo, entender, entendilo todo.
(Alvaro Cunqueiro)
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